Definitivamente, Jean Echenoz (Orange 1947), en un escritor con estilo. Un estilo, además, muy personal. Con Relámpagos, cierra una trilogía que comenzó con Ravel y Correr. No estamos ante una biografía al uso. Basándose en la vida de Nikola Tesla, Echenoz crea (y recrea) a un personaje memorable, Gregor, que aglutina en su personalidad la genialidad, el carácter difícil y engreído de los genios, pero también la soledad, la absoluta falta de interés en las relaciones humanas, y una capacidad inventiva que es, a la postre, su mayor inconveniente, ya que antepone el flujo incesante de sus ideas a la cara empresarial de sus inventos. Si solemos asimilar la luz, el concepto de luz y claridad, con la felicidad, los buenos momentos, y una desbordadas ganas de vida y, en cambio, la oscuridad con el miedo o la tristeza, estamos ante una paradoja, ya que la luz fue la gran obsesión en la vida de Nikola Tesla (Gregor), y fue en cambio la oscuridad -ese concepto de oscura soledad- la que marcó su vida.
Al cambiar el nombre de Tesla por el de Gregor, Echenoz toma una distancia que le permite jugar con el concepto de realidad y ficción, con una narración trepidante donde se van desintegrando las barreras y los límites entre biografía y literatura. Prescindiendo de todo artificio narrativo, y con un fino sentido del humor, consigue retratar al personaje en su más pura esencia, que no es otra que la de un melancólico perdedor, o bien, esa visión, si se quiere romántica, del perdedor. Así, con ese enfoque elíptico de la realidad, el personaje entra y sale del relato. Se nos muestra a veces como un charlatán de feria, engreído y pagado de sí mismo, y otras, en cambio, presa de las tantas manías que lo encadenaban a su propia persona, como su aversión a las joyas, o su constante obsesión por lavarse las manos. Un relato, en definitiva, que nos muestra en su centenar y medio de páginas el mundo literario de Jean Echenoz.
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