Es curioso que
siendo esta una novela negra, empiece con el cierre de una agencia de
detectives. Aunque también podemos decir que no es una novela negra al uso. Calle
de las Tiendas Oscuras es, sobre todo, la búsqueda de una identidad.
En ella, Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt,
1945), enfrenta al narrador con la desmemoria, con el pasado encallado en una
neblina que subyace en todas las calles del París de la ocupación. Página a
página vamos viendo el endeble resto, la mínima huella que dejamos de nuestra
existencia. Guy Roland, el protagonista que, en realidad, no sabe su nombre,
inicia la exploración de su pasado con unas pistas que lo llevaran al fondo de
su ser, a la realidad de su otro yo, a la necesidad de encontrar, más que la
verdad, la necesidad de identificarse como algo tangible, como alguien que en
realidad ha existido, más allá de ese nombre, falso y superpuesto, con el que
ahora vive. Ese camino al pasado es un puzzle que iremos descubriendo a la vez
que Guy Roland y, como él, tendremos que encajar las piezas sin llegar a tener
todos los datos.
Original, decidida, con fogonazos memorísticos que nos
lleva a lugares imposibles, donde a veces estamos perdidos, de donde salimos
decepcionados, con el aliento del fracaso en la nuca; espacios sin tiempo, sin
conexión aparente, donde todo parece frágil y engañoso, pero donde se encuentra
la verdad, la clave para entender que, más allá de esa verdad, de una identidad
o un nombre, lo que está, lo que late agazapado entre las sombras, no es otra
cosa que nuestro propio yo, esa parte de la memoria, individual y personal, que
nos resistimos a perder.
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