miércoles, 27 de junio de 2012

EL ORDEN DE LOS FACTORES



En este caso, el orden de los factores sí altera el producto, es decir, la lectura. Después de tres libros de Antonio Tabucchi (Vecchiano 1943 – Lisboa 2012), decidí dejarlo. No me gustaron, incluso alguno, recuerdo vagamente Tristano Muere, llegó a aburrirme. Yo sabía de la existencia de Sostiene Pereira, incluso algún amigo me instó a que dejara a un lado mis reticencias con el autor y me decidiera a leerlo. Pero ya se sabe, se van postergando las cosas, se adelantan libros en la carrera de la lectura, y al final uno se da cuenta que siempre algo queda pendiente.
Pues bien. En una grata tarde (la de anteayer) he acabado con Sostiene Pereira. De la larga espera hasta su lectura sólo me queda el reproche personal e íntimo y, de la lectura con retraso de esta obra maestra, sólo me queda la felicitación (también personal e íntima), por haber postergado algunos meses esa misma lectura, ya que, de otro modo, esa tarde de anteayer se hubiera diluido hace tiempo entre otras lecturas.




Poco puedo yo decir a todo lo bueno que ya se ha dicho sobre Sostiene Pereira. Que es una obra maestra, un clásico, que Pereira es uno de los personajes mejor creados de la literatura europea del último siglo, y todas esas afirmaciones que se escriben en el fragor de las reseñas. En todo estoy más o menos de acuerdo. Pero por encima de todo está Pereira, su inagotable virtud como personaje, el crecimiento personal y ético que va teniendo en la novela, el enmascaramiento que el mismo Pereira (Tabucchi) va planteando, para luego, con una prosa tan elegante como mordaz, tan feroz como irónica, se nos vaya mostrando en toda su plenitud, en toda la extensión de la palabra literatura.
Quien esto escribe recomienda, en contra de sus costumbres, la lectura de este bellísimo texto, aun cuando nunca lo haya hecho antes ni lo haga después, sostiene. 


martes, 26 de junio de 2012

UNA VISIÓN PRIVILEGIADA DE ROMA



Fascinante, emotiva, poderosa y y de una bella sensibilidad es la prosa de Henry James (Nueva York 1843 – Londres 1916). En una cuidadísima edición de la editorial Abada, nos llega este magistral relato de la capital italiana, Vacaciones en Roma. El poder interpretativo de que Henry James hace gala de todo aquello que le rodea es portentoso. Nos presenta la ciudad paso a paso, desde el bullicio del carnaval a la soledad de los paseos por el Foro, desde las caminatas por los alrededores de la Ciudad Eterna a las salidas a caballo, excursiones en coche por la Campaña, o las visitas las Villas Borghese o Medici. Y todo ello con la belleza inigualable de su escritura fina y elegante, exquisita en su narración y en la apreciación de todo lo que ve. Como un transeúnte privilegiado, Henry James nos muestra la seductora arquitectura de Roma, a sus ciudadanos, el inesperado vacío que muestra Roma en ciertas épocas del año, cuando los turistas no abundan y el escritor se siente afortunado de poder contemplar a sus anchas.



Como un cuaderno de notas, con la sutileza de quien sabe transmitir el encanto y la hermosura que lo rodean, Henry James evoca la personal vivencia que de Roma hace, como dos amantes que se conocieran a través de los años, siempre los mismos pero a la vez distintos en cada encuentro, reencontrándose con la inocencia que quien quiere dejarse cautivar siempre por las mismas calles, las mismas iglesias, porque son los ojos los que miran con aire nuevo, los ojos que sonríen al encanto presente, a la vida que ahora mismo, en este preciso instante, muestra la belleza que como nadie supo escribir Henry James. 


miércoles, 20 de junio de 2012

VÉRTIGOS Y ABISMOS



Andrés Barba (Madrid, 1975), es un portento literario. Con su nueva entrega, Ha dejado de llover, el escritor madrileño aborda, en cuatro relatos, las situaciones íntimas y personales de unos personajes que perfila magistralmente. Lo que se cuenta no es otra cosa que ese abismo que se abre ante nosotros en ocasiones. Si ponemos a los protagonistas al borde de un precipicio, con la mirada fija en el interminable vacío, tenemos la clave de estas narraciones sorprendentes, duras a veces, territorios explorados. Es esa sensación de vértigo, la posibilidad cierta de una caída irremisible, lo que Andrés Barba nos presenta.
Como decía, cuatro relatos, o novelas cortas, componen el libro: Paternidad, Astucia, Fidelidad y Compras. En todos ellos se nos presenta la incapacidad de transmitir y exteriorizar los sentimientos, se explora esa fragilidad de los hombres ante otros, ante una especie de enfrentamiento con esas otras personas que van habitando nuestro mundo. Las relaciones paterno-filiales, la desesperación, las cosas que separan, la incomprensión, las huellas de ir viviendo, esas son las pautas narrativas de Andrés Barba. Todo ello enmarcado en Madrid, una ciudad que el escritor recorre como un transeúnte de mirada privilegiada, con ese poder apreciativo que demuestra en cada detalle, en cada palabra (nunca en vano), en cada momento estelar de la novela. Al final, es la comprensión de los otros lo que nos salva, lo que nos pone ante nuestras propias debilidades. Es entonces cuando nos comprendemos, cuando tenemos la posibilidad, cierta y efectiva, de empezar a ser nosotros mismos, de aceptar que nuestra inconsistencia vital es un rasgo con el que podemos continuar, porque es, no podría ser de otra forma, una distancia necesaria para no dejarnos demasiada piel por el camino.



Su prosa es potente, directa y urbana, un decir personalísimo que crea un mundo narrativo fascinante. La escritura de alguien que sabe que esto de la literatura va en serio, que no cae en el habitual artificio estilístico y estético con los que algunos pretenden maquillar su falta de talento, de oficio, o de capacidad. Andrés Barba sabe el terreno que pisa, y lo hace con un lenguaje elegante y depurado, con una agudeza eficaz y portentosa. 


martes, 12 de junio de 2012

QUIEN ESTUVO ALLÍ




Con su habitual estilo seco, cortante, preciso en los detalles, Ernest Hemingway (Oak Park, Illinois, 1899 – Ketchum, Idaho, 1961), nos presenta, de la mano de Elba Editorial, los artículos que escribió para el Toronto Star en París. Con una ironía punzante, con un sentido de la observancia que fascina, despliega toda la lírica de París mezclando los paisajes, los cafés bulliciosos, los desalientos y el beneficio del cambio de divisas, y todo con una rotundidad absoluta. Más que una colección de artículos, estamos ante un diario, ante la crónica ácida y mordaz de un escritor que supo captar la esencia misma del periodismo como un genero más de la literatura.



Desde el París cruel y despectivo hasta los adorables paseos, todo tiene cabida en este texto de un joven Hemingway contundente, hábil y perceptivo con todo cuanto le rodea, porque todo alrededor es la vida, que él describe como golpes certeros, como la ráfaga de una ametralladora que va directo al centro de la literatura.
Hemingway está despojado de artificios, de adornos inútiles para el fin mismo de sus textos, su voz es su propia vida, verdadera, liberada de la irrealidad de presentarse con imposturas. Ya desde su juventud muestra esa habilidad narrativa que lo caracteriza, su prosa tirante, depurada, libre y penetrante como lo es la realidad.
Todo un acierto de Elba Editorial la edición de este libro bello, cuidado en sus detalles, que nos muestra el genio, la inabarcable virtud literaria de Ernest Hemingway con la deslumbrante fuerza de sus palabras, de su visión del mundo, de esa mirada concluyente que retrata con la misma agudeza el territorio del alma humana y la señora de sombrero estrambótico de la mesa de al lado. 

lunes, 11 de junio de 2012

BREVEDAD DE UN ÁRBOL




Alejandro Zambra (Santiago de Chile 1975), nos presenta su primera novela, Bonsái, que, más que una novela al uso, o más que un cuento (ya que tiene algo más de noventa páginas, en formato bolsillo), es un resumen, unos apuntes de lo que podría ser una novela. Y esto sucede porque Alejandro Zambra va al centro del asunto, no se anda por las ramas, no articula paja sobre líneas, sino que se centra en la narración con una precisión en los hechos que le otorga una fuerza desmedida.
Poeta joven y reconocido en su país, en esta primera novela nos habla de lo precario del ser humano y sus convicciones, aunque, como un bonsái, la debilidad que aparenta es sólo eso, apariencia, ya que nunca terminan de resquebrajarse esas ramas delicadas y frágiles.



Julio y Emilia viven una historia de amor común, manida en la literatura, y ese es el acierto del escritor chileno, convertir la cotidianeidad en algo distinto. Y lo consigue por la falta de sentimentalismo hacia sus personajes, a los que despoja de toda artificialidad literaria. Los utiliza como vehículo de su narrativa, como si estuvieran ahí únicamente por la casualidad del texto, para profundizar en las relaciones personales, en la mentira, ya que es mentira que ninguno de los dos, tal como afirman, hayan leído a Proust. Pero el amor permanece, aunque distinto, evolucionado (que no mejorado), ya que tras la separación de la pareja Emilia viaja a Madrid, donde se suicida, aunque de esto Julio se entera dos años más tarde.
Con todo esto, podemos decir que el verdadero aliciente de la novela es el estilo de Alejandro Zambra, su inconformismo literario, su transformación de lo narrado en una cruda realidad, en la realidad misma de vivir un espejismo, como un golpe certero en esta forma tan personal de literatura. 

lunes, 4 de junio de 2012

UNA PROMESA DESEADA Y CUMPLIDA



Es una de esas tardes calurosas en Sevilla, cuando mayo se pone el traje de agosto y los forasteros se abanican con los folletos de La Giralda y los Reales Alcázares. Hacía tiempo que Jesús Tortajada me había prometido una novela, pero como sé que su profunda humanidad lleva aparejado cierto despiste no exento de encanto, tenía la certeza de que la promesa estaba en buenas manos. Cuando el calor (la caló) dejó paso a una noche benévola, de esas de terraza y copa y charla, Jesús Tortajada, consciente de la inmensa alegría que me iba a producir, me puso en las manos un sobre. No hizo falta decir nada, yo sabía que dentro de aquel envoltorio estaba la novela prometida, la esperada (por mí) novela de su hermano Vicente Tortajada (Sevilla 1952-2003). Quise retrasar el momento de mi deseado encuentro con la novela, pero no pude resistir echar un fugaz vistazo a Flor de Cananas, editada por Renacimiento en el año 1999. Su portada, cuidada y acertadísima (sé que fue elección de Abelardo Linares), ya prometía un interior deslumbrante. A Vicente lo conocía por su poesía, honda, descarnada, real y verdadera como únicamente pueden ser los versos de los grandes, de los que atesoran en su decir la clave milimétrica de la palabra justa.
Pero a lo que vamos, a la magnifica Flor de Cananas.


De un modo novelado, Vicente Tortajada relata la vida de Pedro Vallina, medico sevillano y figura incipiente del anarquismo. Lo hace a través de unas conversaciones (bobinas) que grabó su amigo de origen irlandés Federico Padilla O´Farrell. A través de estas grabaciones, vamos conociendo a Pedro Vallina, pero también conocemos la prosa enérgica de Vicente Tortajada, su estilo sin concesiones artificiales, su hondo compromiso con la verdad, con la ética y con la estética de la literatura. Con una riqueza de vocabulario que deslumbra, el escritor sevillano nos transporta a la primera mitad del siglo pasado. Su refinada técnica narrativa, su meditada perspectiva con respecto al texto, nos hace testigos privilegiados de ese escenario inspirador que es el estilo inigualable y personal de Vicente Tortajada.
Podría seguir escribiendo sobre Flor de Cananas y sobre Vicente Tortajada, pero creo que nada puede igualar la lectura de este compendio de literatura y honestidad escritora. A buen seguro que la Editorial Renacimiento tiene aún ejemplares de esta novela para todos aquellos que deseen adentrarse en sus páginas, en su historia y en el mundo creador de Vicente Tortajada.